Al principio del camino no he coincidido con nadie. Eso me ha hecho pensar que nadie hace el camino hacia Fisterra o que la gente coje el autobús para ir allá.
Pero a mitad de etapa, subiendo a un monte con pendiente muy pronunciada, he empezado a encontrar gente.
Llego al albergue que está en las afueras de Negreira muy tarde y cansado. He tenido suerte ya que quedaban solo dos plazas libres.